Entre las típicas historias de desamor, podrías esta tarde sentarte a leer, aquella historia ficticia que no tiene personajes reales, y que las aventuras y cosas que pasan en la vida real solo se quedan ahí, en esta no, pues tal vez ya habías escuchado algo así pero con príncipes o actores de novela, y Esta es la historia de un caracol que caminaba a casa después de una gran jornada de 10 horas, recordó que olvidó las llaves de la puerta principal y se quedó fuera viendo como la oscuridad mitigaba él último rayo de sol, buscando entre la brisa del viento aquella sonrisa que lo hizo volar en más de una ocasión.
Aunque su antigua enamorada, estaba bien, el se sentaba todas las noches a preguntarle a las nubes si ella había tenido un buen día, si acaso utilizo los cubiertos antes de ir a dormir y si su cepillo estaba de vuelta en el vaso al lado del grifo.
Pero no, las nubes seguían volando, en gesto de apatía y egoísmo de información, no tenía ni la más mínima intención de seguir su platica y el tenía que quedarse con la duda una noche más, de su maletin, sacó un pequeño cigarro, aquel que estaba apunto de convertirse en una bacha agria, el mismo que uso después del almuerzo para olvidarse del mal olor, saco el encendedor y tras aspirar aquel humo maldito y tóxico, recordó la mirada más linda y tierna, buscando entre los recuerdos las veces que ellos corrían por las calles tratando de ocultarse en la oscuridad y besarse.
Su nombre y su cara se formaban con el humo que salía de su boca, y la duda estaba ahí, dando vueltas por su cabeza la incertidumbre estaba haciendo un huracan en su cabeza, eso de informarce si ella pensaba en el como el en ella todo el tiempo, era una cuestión de amor y estaba muy lejos de tratar invadir su privacidad.
Sus amigos, aquellos compañeros de bar, le platicaban que ella estaba bien, que desde el último viernes que la vieron con el se mira más bonita y que nunca la habían visto reír tanto como hace unas noches cuando mencionaron el nombre de aquel tipo que entrelaza sus dedos con ella desde hace unas noches acá.
cuando le mencionaron el nombre del caracolito casi pregunta por quien era el, llamale tonto pero se escuchaba feliz.
El caracol tenía que fingir que no le importaba, y que eso de saber que ella estaba bien, el también podía estarlo, mintiendose a gritos, mientras en la oscuridad de su habitación, cerca de la lámpara de noche le escribia canciones y formaban parte de aquellas cartas que jamás iba a leer, en un listado negro carecían de sentido pues el destinatario no las iba a abrir jamás, puesto que el correo las devolvió por falta de estampillas, por que aquella tarde de jueves el señor de la mercería, no tenía en su inventario.
Era ese tipo de casualidades las cuales la gente no nota cuando aparecen, son simples y no son tan relevantes, es raro, tan raro como ese tipo de personas que se alejan de todos y luego se preguntan por que están solos.
Luego de ver como se terminaba su cigarro, se vio envuelto en dudas, como esas que te invaden las tardes de domingo, tal cual sería su vida.
Como es que ella podía estar bien y una pregunta mejor como es que el no podía sentirse mejor consigo mismo y por que maldita razón olvidaba los consejos de sus amigos cuando el alcohol llenaba su vacío estomacal, como era que ella no podía ver que el estaba en medio de una muerte lenta y dolorosa, y su verdugo, el tiempo, estaba haciendo de las suyas con una hacha de un filo, la cual había pasado la tarde del martes afilandola con mucha alegría y entusiasmo solo para aquel infeliz caracol.
Observo por un momento su maletin, y vio aquel cigarro que ella había fumado apenas unas noches atrás en la misma cajetilla, aún tenía su labial, el vicio y la búsqueda desesperada por algo de paz, estaba forzando a tomar aquel último cigarrillo, pero se rehusó.
Aquel labial color carmesí, estaba marcado entre la colilla de aquel cigarro a medio usar, y aún estaba puesto en la mentalidad que no lo terminaría, terminaría guardandolo en aquella caja de color azul que usa para guardar recuerdos que asimilan buenos días.
Ya estaba entre la espada y la pared, entre una catana y el muro de berlín, entre tanto suspiro sus pulmones se iban a terminar y de tantas preguntas su cabeza seguro que iba a explotar, repudio aquella noche donde no pudo besarla más veces, y si, necesitaba su cuerpo, pero no para ningún acto con morbo, solo la necesidad de un beso y dormir juntos estaba causando un largo rato de malos pensamientos.
Una cosa era clara, el ya había desaparecido de la cabeza de aquella caracol, y sin embargo, nuestro protagonista aún estaba en mucha desventaja, cuando peleaba contra sus impulsos de pensar cosas bonitas al lado de ella, hablamos de que ya no podia caminar frente a un lugar de vestidos de novia, por que no podía evitar poder imaginarla a ella, buscando entre los maniquí, el mejor moño cuando llegasen a casarse.
Esos sueños, ahora estaban tan lejos, que sólo los suspiros quedaban, no tenía buena suerte, no tenía ni siquiera alguna coincidencia en su horóscopo el cual dijera "hoy el amor de tu vida vencerá su convicción y te llamara antes de dormir", puesto que ya sabía que antes de ir a dormir, buscaría su olor, y no lo encontraría, revisaría por última vez su teléfono en busca de un mensaje, y no lo vería.
Justo antes de perder la ilusión, recordó aquella vez que bailaban en calcetines por la habitacion, mirando al cielo con nudo en garganta de pregunto si esta noche también ella estaba recordando lo mismo o si su atención estaría centrada en el teclado de alguna conversación con algún don Juan, perdiéndose entre las platicas aburridas y monótonas, de esas que después de unos cuantos saludos cordiales, la pregunta
- "y que haces?"
Haciendo presencia de ignorancia y de no saber de que platicar con alguien a quien no domina su mente, por que puedes hacerle una pregunta cualquiera, y ella está en toda la libertad de responderte y hacerte platicar hasta que no exista aliento en tu interior.
Ella es perfecta, ella es un ángel, ella me pidió un tiempo, ella está con alguien más, ella ya no sonríe solo para el caracol.
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