jueves, 6 de septiembre de 2018

El tercer vaso.

En un conocido bar  del centro, estaba sentado algún protagonista de una historia no tan trillada, del tipo de historias que raramente ves en un cómic y de las cuales las historias de novela siempre saltan por no tener una buena trama, el protagonista con menos porte que los demás y el bar más olvidado del mundo, este hombre brindaba por un  amor el cual había partido ayer por la mañana 

con la pierna en el banco y el codo en la barra, cabizbajo este hombre no tenía ni la mejor intención de sonreir, tal parecía que la historia de aquel hombre tenía muchos suspiros que sacarme, de igual manera decidí sólo verlo, sus ojos llorosos, relataban su dolor y la botella que estaba en la barra esa su único consuelo, la música triste del bar no ayudaba mucho a sus comisuras a seguir bajando como las de un niño, cuando una mujer de la vida galante se le acercaba, sólo se limitaba a mirarla y levantar la mano en gesto de negatividad. 

si tan sólo pudiera saber el motivo de su presencia en este lugar, dejaría de estar observandolo con descaro y morbo, quizá el estaba tan enfocado en olvidar el amor que tuvo en noviembre. 
a fin de cuentas me acerqué y compre algunos cacahuates, algunos limones y pedí un vaso al cantinero. 

compañero no me diga si nombre, no planeo molestarle, tampoco me dirijo a usted con hambre de chisme, pero me gustaría saber si su historia es igual a la mía por el hecho de estar aquí, esta parte de bar es la más obscura, y usted no debería rodearse en este lugar. 

al cabo de una platica con el, el nivel de la botella estaba disminuyendo, y el hombre comenzaba a relajarse, explicó sus penas y no pude estar más equivocado. 
explicó después de unas cuantas copas, que su vida amorosa estuvo bien, que si vestía de traje no era por que fuere un gran ejecutivo, que tal vez todas las veces donde el cantinero le decía licenciado era solo para invitarme más limones o después de pedirle alguna servilleta. 

simplemente era un hombre normal, tratando de ahogar las penas con alcohol, quien diría que llegue a pensar que intentaba ahogar las mariposas, sin embargo no era asi. 

le lloraba a la  mujer que lo cargo de niño aquella que lo vio crecer, pues está tarde le había tocado verle acostada en un lugar no tan común, quizá su última cama y el más largo sueño, el tocaba sus dedos apenas unas horas atrás, como cuando era niño esperando despertarla tocando su mano, pero no funcionó.

Aquel ángel de piel longeva no despertaría una vez más para levantarlo temprano por la mañana ni mucho menos le platicaria de como fue su día.

Me sentí estúpido, por mil y un razones, yo estaba sentado en la esquina del bar, mi única compañía era el charco en una botella de tequila y un par de limones, llorando por mi exnovia. 

Aunque te lo cuento como si hubiese sido esta noche, fue ayer, y estoy tan seguro que tampoco esperabas esto, hoy estoy sentado en el borde del sofá, sosteniendo un periódico de prensa rosa, de los mismos que ponen textos ridículos para llamar la atención, y él encabeza la portada, pues un suicidio estaba entre las primeras líneas del mañanero.

La contra parte es que nunca le pregunté su nombre, y cuando intente pagar la cuenta cuando me dijo adiós, menciono que el pagaría todo, aunque intente no dejar la cuenta en su espalda, sus manos extendieron un billete grande que cubría mi mesa, las bebidas y una buena propina al cantinero.

Se llamaba Luis, puedo decir que se "llamaba", por que en este momento no respira, pero su historia me toca el pecho, lo único que puedo decir, es que la dama de negro estaba  brindando con nosotros, lista para llevarlo al campo santo, y ninguno la vio. 

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