viernes, 7 de octubre de 2016

Piedras bonitas

Existió un momento de su vida en el que no esperaba mucho de los pretendientes que la rodeaban, y cansada de falsas promesas, cerraba  su corazón para no volver a abrirlo durante mucho tiempo, aquella  pingüina de  nombre  Rebeca  caminaba  viendo  como  el invierno regaba  parejas  en los atardeceres de aquel frío lugar, para ver como todas las madres caminaban hacia donde salía el sol, no fué así que siguió sola  hasta  15 temporadas de  emparejamiento después, se veían alrededor de ella  siempre los  mismos pingüinos molestos y sin cerebro pero, había uno,  que ella ,  sin darse  cuenta la miraba  desde las colinas, todas las temporadas de emparejamiento el  se  quedaba viendo  como  ella nadaba  entre aquellas frías  aguas y no podía creer que estaba viendo aquellos hermosos ojos.
Se dice que el cortejo de los pingüinos es  uno de los rituales más hermosos dentro del reino animal pues se caracteriza por la complejidad del mismo.
Cuando un pingüino elije a su pareja este camina por toda la playa buscando la piedra más bonita para entregársela a la hembra, cuando la encuentra  este va a buscar a la hembra y la pone debajo de sus pies,  si la hembra le gusta la piedra  estos se quedarán juntos para toda la vida.
Entonces, ahí estaba, aquel misterioso pingüino  delirando por los ojos de aquella pingüina, el ya estaba  harto de siempre tener que mirarla de lejos y no poder siquiera decir "Hola", sin que los nervios y el miedo se apoderen de las rodillas de aquel pingüino, para moverse y acercase a ella.
Una noche después de observar la boreal decidió caminar por el largo de la playa pues  estaba triste y con la mirada perdida  en la playa de aquel frío lugar, caminó por varias horas hasta que la soledad lo acompañó junto al viento  frío, él,  desolado y cabizbajo recordando la mirada de aquella hermosa pingüina,  puso la mirada en alto al ver su objetivo y decidió ponerle a manos del cielo  el destino de él   y aquella mencionada.
Caminó varios kilómetros hasta que sus uñas comenzaron a sangrar, el rastro de el pingüino se distinguía entre la nieve y las rocas manchadas del líquido rojo que brotaba de sus patas, él, jamás había estado tan cansado hasta que decidió recostarse sobre la nieve, por un largo rato  y después de sentir incomodidad levanto el abdomen para ver la molestia que interrumpía su sueño y era una piedra manchada de color azul forzoso por las profundidades del agua y marcada con una concha del lado derecho, este al ver la suciedad de la piedra corrió hacia el agua para limpiarla retiró  las manchas de suciedad y de la piedra emergió  un azul aun más brillante, el cual hizo recordar al pingüino,  los ojos de Rebeca, seguido de esto se sentó en una piedra y mirando la roca de cerca, recordó el bello plumaje de Rebeca que combinaba con el mismísimo  brillo del sol,  su sonrisa tan grande y linda como las puestas de la luna,  y sus ojos tan cafés y obscuros como la noche profundos como el mar y grandes como el cielo.
En los  pensamientos del solitario pingüino  sabía que las estrellas tenían envidia del brillo de los ojos de Rebeca.
Después de dormitar  entre la nieve del lugar y librando apenas el frío de la madrugada el pingüino despertó  y corrió hacia la comunidad de pingüinos, corrió  tan rápido que se lastimó  la pata contra una roca, pero eso pareció no importarle pues el fin de la búsqueda había terminado.
Entusiasmado, buscando a Rebeca levantó la mirada tiró la piedra y pudo observar como Rebeca caminaba con las demás madres para desaparecer donde se levantaba sol de aquella mañana.

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