viernes, 7 de octubre de 2016

Piedras bonitas/parte 2

Después de verla dio vuelta atrás, sintió un vacío en su interior, sí, ése  vacío que todos llegamos a sentir después de una decepción, sintió un dolor  tan dramático que parecía no borrarse.
Todos los machos lo miraban y parecía que él y algunos de los más viejos no habían conseguido una pareja.
Cuando tiró la piedra  alcanzó a escuchar como  rodaba cuesta abajo y se sumergía en el agua, decidió caminar hasta donde Rebeca solía estar  en sus tiempos de soledad, donde  Rebeca solía sentarse por horas  y ver acompañada del viento y el silencio la puesta de sol,  después  de unos minutos caminando llegó a  aquel lugar tan especial para Rebeca, pero escondido entre la nieve pudo ver una piedra enorme, donde  habían raspaduras de piedra y se podía ver una clase de conteo, donde  se encontraban una serie de dibujos.
Retiró  la nieve restante y limpio la piedra, era la cuenta de todas la temporadas que ella pasaba sola, se abrió la desesperación en aquel pingüino por verla,  pero no había marcha atrás.
Al final de la piedra pudo ver un dibujo donde  podía alcanzar a ver  varios óvalos negros acompañados de un óvalo blanco y a  la  derecha de ese dibujo una esfera grande sobre los tallados de piedra, tardó  más de 10 minutos en reaccionar e interpretar  el significado así que corrió hasta donde  había tirado la roca que para sorpresa de él  había caído en aguas muy profundas y tenia que sumergirse forzosamente si quería una oportunidad.
Al entrar en aquella  agua fría pudo sentir  el dolor de sus  uñas que ardían con un dolor incontrolable esto no lo detuvo y siguió nadando, después de unos minutos, el aire  parecía esfumarse dentro de él y las burbujas producto de la  desesperación  emergían  en la superficie,  con el poco tiempo de vida aun así decidió bajar más y no fue así  hasta encontrarse con el chiste que la piedra no estaba  ahí. 
Salió del agua para ver como  el sol ya  estaba en su punto más alto y escuchó a 2 hembras mayores  caminando con un pez en el pico dispuestas a comer, el pingüino al ver más allá de la costa y en un lugar apartado de la comunidad pudo ver a un osezno jugando con la roca, el pingüino al identificar la peligrosidad  de acercarse a un osezno decidió caminar hasta él y teniendo cuidado de no acercarse lo suficientemente para pasar desapercibido y no parecer una  amenaza.
-Oye, amiguito.
~no hubo respuesta del osezno así  que repitió con más fuerza~
-Oye amiguito!.

Cuando el pingüino tomo más  aliento para decir lo mismo por tercera  vez pudo sentir como una fuerza descomunal lo arrojaba por los aires  hacia la nieve y las rocas,  cuando recobró la cordura pudo ver una osa se lanzaba con toda su imponente fuerza hasta el regazo del  mismo despavorido pingüino, la sorprendente fuerza de aquella madre le oprimía  el abdomen con la suficiente fuerza para que el pingüino pudiese respirar, hablar, pero no escapar.
-¿Qué haces aquí?.
~Emergió  la imponente voz de aquel temible           animal.~
El pingüino asustado hizo un gesto de desesperación y no intento responder pues si su hora había llegado quería que todo fuese por una linda obra, miró la piedra abandonada y al osezno escondido detrás de una pila de nieve.
La madre pudo notar la mirada del pingüino y volteó rápidamente hacia la dirección de los ojos del asustado pingüino,  pues pudo ver la piedra y la osa, no ignorante, sabía del ritual de cortejo de los pingüinos y dio cuenta del plan del pingüino, y  le dijo:
-Ya es tarde partieron en la mañana...
Se levantó caminó con dirección a su osezno y con una mínima fuerza arrojó la piedra con su pata hacia donde se encontraba el pingüino con un ojo lleno de nieve una pata sangrante y el escaso aire que existía en su interior, el pingüino tomó  su piedra y caminó.
Aquel amigo plumífero sabía donde era que las hembras estaban  solo era cuestión de caminar hacia el sur en la misma dirección.
Cuando comenzó a caminar  sus dolores iban en aumento y aunque  no tenía heridas de gravedad necesitaba descansar, pero parecía importarle poco pues Rebeca por fin se iba a enterar del admirador, aquel que se sentaba sobre las rocas de una lejana colina para ver como Rebeca miraba los atardeceres de aque recóndito y frío lugar.
Aquel que se desvivía  por sus ojos,  y que para él no había nada más lindo que su sonrisa  por fin había vencido el miedo que lo acomplejaba por más de 15 temporadas las noches  de desvelo ya habían terminado.
Cuando  llegó  a donde estaban  las hembras buscó rápidamente a Rebeca,  y todas las hembras lo miraban de manera incómoda,  pues el era el único macho entre ellas,  caminó buscando a Rebeca por todos los lugares posibles y su cerebro rápidamente reaccionó y  corrió al lugar donde se podía ver la puesta de sol perfectamente.
Y ahí  estaba, aquella linda pinguinita de ojos bonitos,  sentada sobre una piedra observando el atardecer que ofrecía el cielo sobre el lugar,
El pingüino camino hacia ella y Rebeca  no tardo en reconocer  a  aquel pingüino,  vió su cuerpo
Su pata izquierda con algo de sangre,  su ojo lastimado por la nieve y algunos raspones en el vientre el mismo.
El pingüino asustado por la respuesta se acercó a Rebeca y puso frente a sus patas aquella piedra de color azul forzoso con una pequeña concha que parecía un adorno.
Rebeca con sus ojos cristalizados de la emoción dijo en un tono suave, directo y lindo.
-Pense que jamás lo harías, te tardaste mucho...

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