domingo, 20 de noviembre de 2016

Tirar la Toalla.

Acabo de  tirar el períodico al suelo y mi café, ¿te interesa saber?
Yo soy enfermera  en Pachuca, México,  en un asilo de  ancianos,  militares.

Al entrar por la puerta la vibra que puedes  llegar  a sentir algo grande y pesado, sientes cómo se  dicta  la sentencia  poniendo  una cuchilla  a la yugular de  tu paciencia.

No es un ambiente  de paseo pues  el ambiente  desolado lleno de  lóngevos  hombres  no es consolador.

Para terminar  rápido ésta  historia, yo llevo  9 años en el  asilo  y es un trabajo tranquilo para mi, lejos de las demás personas.
Un día  al llegar  de casa con problemas con mi novio,  recuerdo  que me  escondí detrás de un armario  llorando con desconsuelo por aquella infidelidad en la que me veía  puesta.

Un hombre  de  reciente ingreso me  vió llorando,   y me dijo:
-¿Por qué lloras, tu tampoco alcanzaste chocolate?
Abrió la conversación el hombre sobre un par de ruedas.

-Lo siento,  tuve un problema con mi pareja y la verdad no se que hacer.
Le expliqué.

-Te diré ésto,nunca le pude dar un consejo a mis hijos, quizá por éso  me arrojaron aquí, ya me ves,  en una silla de ruedas y un respirador de oxígeno,  me siento hecho una basura tras el no estar en mi casa, seguramente la habrán vendido a un idiota,  el dinero que obtuvieron lo usan para pagar un nuevo auto.
Explicó el señor con un gran enfado que se notaba en sus comisuras.

-Entonces el consejo és?
Sonreí,  al contestar.
- La vida te  dará golpes, tienes que aprender que después de un gran golpe, le seguirá otro con más fuerza, al mismo tiempo de golpearte  te dará un arma,  quizá algo pequeño una piedra, un arma, una cuchilla, hasta un tanque si es necesario, lo importante  es levantarse por que las heridas no serán graves, parecerá que sí,  pero no lo son, podrás  pararte,   recostarte un momento  a sangrar, pero el tiempo tampoco es tu amigo, tendrás que levantarte a  seguir peleando.
Explicó  el hombre.

Mis lágrimas pararon y el día  estuvo muy ameno,  cuando  salí a las 11:00 pm  fuí  a despedirme del hombre y darle las gracias,  estaba bajo su ventana rasurándose.

-Ya me voy,  muchas  gracias,  señor...

-Dígame Don Ernesto

-Don Ernesto será,  me paso a retirar.

Escuché  claramente como se volteaba con su silla de ruedas a seguir mirando la luna.
Esa noche llegué  a casa, tomé  una ducha y dormir temprano era el plan.

Al día siguiente al caminar  a una tienda  de conveniencia para comprar un café,  pude ver en primera plana algo que no me cabía en la cabeza, pues  un suicidio  se había suscitado en la casa de retiro.


Sí,  éra Don Ernesto quien había tomado la navaja para arrancar su vida  y dejar de pelear.


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