miércoles, 4 de enero de 2017

De pierna a rueda.

Hace unos días postrado sobre la camilla,  estuve en el hospital y tuve una  serie de cirugías.
Me quedé  sin piernas.

Para apagar tu curiosidad,  un día después de salir de casa de mi mejor amigo, tomé mi motocicleta y me fuí a todo motor  a mi casa,  estaba tan entusiasmado por la motocicleta nueva que no me importaba andar a 120 K/h sobre una autopista de baja circulación, un camión de carga que transportaba lo que aparentaba ser carbón entró muy rápido a la autopista dejándome  sin espacio.

Para librar el golpe rápido mi brazo dió un ligero maniobrazo para no golpear el motor del camión sin embargo,  cuando dí la vuelta,  éra tarde.

Estuve en una habitación, donde  habían suficientes camillas para 3 personas, estuve solo durante 3 horas  cuando me trajeron aquí.
Un hombre de por lo menos 72 años entró por la puerta,   las enfermeras que lo tenían en brazos, lo dejaban recostado sobre la camilla que estaba apenas a 3 metros de distancia.

El hombre después de unos 10 minutos de estar solos y callados me dijo que cuál éra  mi sueño.
Asombrado  yo contesté:

-Hay una chica de la cual sigo y estoy enamorado, le juro és lo más bonito  que eh visto en el maldito mundo, y sigo pensando que no hay nada mas lindo que élla.

Con una voz cortada, y forzando la garganta para hablar, una voz débil  me hizo la siguiente pregunta:
-¿Y por qué dices que sigues enamorado, tuviste algo que ver en su vida?


-Sé que élla esta enamorada de mi, sé que ella piensa en mí en la misma manera en la que yo por élla,  sé que todavía se desvela y piensa si yo fantaseo con tomarla de la mano. Y la verdad es que sí,  muero por ir a su casa tomarla de la mano y escuchar cómo su corazón late cuando me abraza, pero no lo haré.


Con un aparente  sobre esfuerzo levantó   su cabeza y me dijo:
- Búscala, sí el amor que sientes, sabes que és  correspondido que nada  te detenga.

-No creo que sea lo mejor.
Le dije.



Un grande y largo silencio se apoderó  de la  habitación y el ruido de los autos  de afuera  entraba de manera  débil por los  vidrios y la plática  aburrida de las enfermeras estaba afuera.

Murió escuchándome, estuve tan pensativo en lo que diría que no me dí pcuenta  que su respiración había dejado de ser una realidad.
Una mancha roja brotaba de su vendaje.

Me comentó que el amor de  toda la vida lo vería ahora desfigurado y en una silla de rudas, que el sería un saco de años,  y ahora serían inservibles.
Pero que estaba listo  para verla y decirle el amor que sentía por la mujer de cabellera blanca, que se sentaba a ver novelas mexicanas a las punto de las  seis de la tarde.


No lo logró y justo ahora estoy sobre mi silla de ruedas con un ramo de rosas fuera de casa de la chica que me gusta.

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