jueves, 5 de enero de 2017

Un último hola.

¿Quieres algo de que reír?    Te  diré  algo muy gracioso,   és mejor  de lo que esperas,  enserio.

Un hombre entre mis brazos se desangra y llora en agonía,  solloza del dolor.

Jaja,  ya ves!, mi sonrisa falsa aún no se vá,  pero  para  que te pases  ése mal trago de saliva te contaré lo que pasó.
Soy un asesino a sueldo,  trabajo para gente muy mala de Baja California Sur,  específicamente en Ensenada.
Comenzé hace un par de años como mandadero y camello,  los conocen como "Burros" por que son quienes llevan la mercancía de punto a punto.
Después  subes a otro rango sí se puede llamar así.  Para terminar con ésto rápido  subí varios peldaños arriba, no soy cualquier asesino,  soy  de los mejores.
Termino rápido con el trabajo y me aseguro de hacerlo bien, mis nombres y apellidos sólo son palabras vacías  y sin sentido,  no vale la pena decirlo pero me dicen  "El Charro" .

Te contaré algo de mí,  yo fuí pobre, vengo de la familia más unida,  de la mas humilde,  de la más golpeada por la sociedad. No me da pena decir  que subí a un par de camiones a cantar para comer algo caliente por las noches con mi familia.
Yo sólo canto,  éso de tocar un instrumento no sé me da, mi mejor amigo,  Luís,   éra quien tocaba la guitarra,  una guitarra  parracho  de color  madera  con un tono  rojizo  entre el brazo de la guitarra,  varios parches  entre los visibles huecos  de madera que se  dejaban ver  apenas unos metros.
Mi mejor amigo, el mejor amigo.

Lo tétrico de la historia comienza cuando, una noche tras  recibir una llamada de algún empresario, pidiendo mi trabajo,   quería que fuera tras un hombre de negocios,  de la gran urbe, le pedí dirección, y algunas características de él.
Me dijo todo lo necesario, le cobré $65,000. pesos mexicanos.

Ala mañana siguiente, salí de mi casa,  tomé mí auto y me dirigí a donde la dirección apuntaba,  caminando , un hombre  de más o menos 1.74 cm de altura,  y algunos  83 kilos éra el objetivo,  me acercaba lentamente cuando se metió a un estacionamiento subterráneo,  puse un cartucho, jalé el cerrojo para cargar la recámara, y puse  un silenciador que conseguí apenas unas semanas  atrás, estaba todo listo,  guardaba mí distancia para pasar desapercibido, subió  a un automóvil de color  negro de reciente modelo.
Me pare detrás de él,   y coloqué mi arma  en su espalda.

-Haces una pendejada y te cobro doble.
Le dije.

Para  asegurar mi objetivo tomé su brazo y metí su cabeza dentro de los asientos traseros,  le disparé 4 veces  sobre la espalda y abdomen.
Pude ver su cara, ésa cicatriz que tenía en la mano  por culpa de un camionero quién había frenado bruscamente, éra Luís.
Se reía y lloraba viéndome a los ojos y tratando de abrazarme.
Lloré,  y le dije que me arrepentia, pero en los  últimos minutos de su vida,  solo me sonrió pero no me perdonó.

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